Pero lo que no saben en el pueblo es que Penélope iba cada día a la estación empujada por el miedo, casi ya sin marcas en su cuerpo. Rezando para que ningún tren lo traiga de regreso, con la pistola cargada en su bolso de piel marrón.
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3 comentarios:
Que bueno...
Harta estaba ya de ese desgraciado.
Saludos.
jeje
Es que damos por hecho todo y no nos paramos a preguntar las cosas. ;)
Muy bueno, me encantó este giro.
Es verdad, damos las cosas por hecho.
Besos.
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