Aparece y reaparece. Una choza
apartada en un apartado llano de un apartado mundo – llano, llanura o llanete,
la verdad es difícil de diferenciar cuando se trata de un sueño -, y una cara.
Siempre la misma cara apostada en la puerta, expectante cómplice guardiana.
Guardiana y protectora fiel del descanso, de los momentos más íntimos del
ensueño. Semejante a fornidos centuriones angelicales que defienden la entrada
al edén; donde los dioses son palpables y etéreos; donde la mutación se esconde
de miradas indiscretas; donde la discreción y el miedo son insultos a los
sentidos, y los sentidos la única verdad de la existencia.
Y aparece y reaparece, en otra
apartada choza de otro apartado llano en otro apartado mundo. Volátil viajera
de memoria presente en una nueva realidad más libre y sincera, hermanando
ángeles y demonios en un mismo convite, una misma mesa libre de pecados. Manos
y bocas llenas, impregnados de olores sutiles y marcados en un brindis de único
sabor agrio, dulce y salado, con la sonrisa puesta en pos
de las partes de un recuerdo, recuerdos de una apartada choza en un apartado
llano de un apartado mundo… y una cara.