Cuando aprenda

Author: Beatriz Sy /

Cuando aprenda quizás lo haga. Tomaré mi lápiz, el libro de los recuerdos e intentaré rescatar los que han sido borrados, ahogados, tapados por el silencio.
Si, cuando aprenda quizás lo haga. Cuando realmente asuma las palabras y me convenza que será una ayuda y no un cúmulo más de letras que no sirven para nada. Para nada más que para alimentar los juicios a la ligera, la crítica, la curiosidad insana.
Si, puede, como no… cuando aprenda, quizás lo haga.

Como perro apaleado

Author: Beatriz Sy /


Le enseñaron a traer su plato, la correa con que era atado, incluso las zapatillas cuando quería su amo. Le enseñaron donde debía dormir, donde y cuando debía comer. Le enseñaron que no podía ni correr ni saltar, que no podía ladrar y mucho menos morder. Le enseñaron a ser la distracción de todas las fiestas, coger la pelota, jugar con los críos y hasta a mover la cola. Le enseñaron a obedecer. Pero nadie le enseñó que debía hacer cuando fuese apaleado, apartado, arrojado a la cuneta. Cuando su propio amo le lanzase piedras.
Y aprendió a desaprender. Aprendió a correr, a ladrar y a morder. Dejó de ser el bufón de las fiestas, se escondía incluso de los niños debajo de las mesas. Y se apegaba, pobrecito can, al cariño de la primera persona que le extendía su mano para intentarlo ayudar.

Hacia la nada

Author: Beatriz Sy /

Como expresar todo lo que siento, cuando lo que más anhelo es callar, cortar los lazos de palabras, guardar silencio y gritar. Gritar mis errores, borrar mi presencia, hundirme en la noche y avanzar. Avanzar con paso firme hacia la nada. Sin caminos, sin extremos, sin metas, sin fronteras. Sin que me vean, sin que me sepan. Sin anhelos ni esperanzas, con tranquilidad. Tranquilidad de las bocas cerradas, sin molestias sobre la espalda , sin vergüenza nunca más. Sin altos ni bajos, sin nada… sin nada más.

Blablablabla

Author: Beatriz Sy /

Brotan agradecidamente libres, sin trabas ni impedimentos recorren la búsqueda de un sentido propio, en oído ajeno. Oídos mudos saludan a temerosos sonidos, donde se abrazan en uno, para tomarse de la mano y caminar en un entendimiento, o varios, convertidos en realidad; la realidad de dos almas raramente afines. Palabras que se mezclan, despejando la carga en un consuelo, un abrigo, en un te espero. Espero la llegada, sin necesidad de ser llamadas, matando el miedo a la molestia. Sin disculpas recurrentes, cuando no hay nada que disculpar sino desear. Deseando que concibas la propia felicidad, aunque no coincida con la ajena. Ni vencedores ni vencidos, solo caminos, caminos compartidos que tienen que bifurcar. Con el consuelo de llevarte lo mejor de lo vivido, sin culpas ni lamentos. Lamentos que susurran como fantasmas, enseñanzas de nanas y chupetes, que nos desgarran el alma cuando queremos cambiar. Cambios que llegan irremediablemente, entre aplausos y vítores. Tú verdadera identidad.