Me persigues, tu figura inalterable se esconde tras cada recodo. Te conozco, por desgracia- por fortuna- te reconozco. Tenerte cerca, dentro, dos en una sola alma, cómplice de eternidad, te hace visible aún cuando no has llegado; te presiento y lo siento, te reniego. Imploro tu piedad, aléjate -me has querido y me quieres- déjame descansar.
Si, es cierto, tienes razón, es el periodo de tu presencia, y por momentos abro puertas; siempre quieres estar. Venceré a la vida sin ti, no eres la mano que busca en el hoyo, la barca que salva al ahogado; lanzas al vacío a quien besa tu nombre. Ave carroñera, amiga de todos y de nadie, te volteas sin descanso en busca del fondo de mis pupilas; bien sabes que la espalda sería tu muerte.
No, no trates de convencerme de lo contrario; lo quiero todo, porque lo tengo todo, incluso a él.
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